Pequeño delirio sobre el ciclo de la vida a partir de «Vida Sexual de las Plantas» de Sebastian Brahm

vida sexual

Fotograma de «Vida sexual de las plantas», 2015

Estás en el colegio y la primera definición que te dan de un ser vivo es que nace, crece, se reproduce y se muere. Te quedas mirando fijamente un árbol, o una planta y no puedes entender como ese ser estático, aparentemente inerte, está vivo. Pero te dicen que lo está. Y eso te parece extraño. Extraño como cuando te dicen que nosotros los humanos somos animales. Animales. Como el perrito que tienes de mascota o el mono que viste en el zoológico. Que nosotros somos como esos animales. Que tanto tú, como ese mono o esa planta, nacen, crecen, se reproducen y se mueren. Y no hay más.

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Fotograma de «Vida sexual de las plantas», 2015

Pasan más de treinta años y estás en un cine con tu mujer viendo una película donde una mujer, que ya nació y creció, ahora quiere reproducirse. Pero el hombre elegido para cumplir ese sueño con ella, no está tan seguro de hacerlo ahora y prefiere eyacular sobre su estómago que al interior de su vagina. Eso para ella parece ser una ofensa total, pero él se encarga de explicarle que sí se quiere reproducir, pero no en ese momento. Primero se quiere casar, que es lo que hacen los humanos cuando se aman. Ella se enternece y todo parece ir de maravilla, hasta que un accidente con golpe en la cabeza incluido lo cambia todo y ahora el hombre elegido para reproducirse no es más que un extraño. Es extraño. Él ahora quiere reproducirse, tal vez es lo único que quiere, o lo que más quiere. Pero ahora es ella la que no. ¿Quién es ese desconocido que habita el mismo cuerpo del hombre que ella amaba? ¿Quién es ese extraño, ese animal, ese hombre muerto, ese muerto en vida? Para morir hace falta antes estar vivo, y haber crecido y haberse reproducido o haber querido reproducirse. Somos seres vivos y estamos condenados a vivir ese ciclo de vida que nos pasaron en el colegio para explicarnos qué era un ser vivo.

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Fotograma de «Vida sexual de las plantas», 2015

La mujer de la película ante la transformación de su elegido para la reproducción, corre, huye, pero mientras más corre más deseo siente de reproducirse con él. ¿Es un determinismo biológico, un destino del cual no podrá escapar jamás, que va mas allá de su cultura, de su mente, de su libre albedrío? ¿Es sólo un discurso machista que dice que la mujer está hecha para eso? ¿para generar hijos, y ese es su rol y función principal en esta vida? La mujer de la película parece huir de eso, pero mientras más huye más se acerca a esa idea. La película podría ser un melodrama clásico, tiene una historia de amor sufrida, un accidente, un hombre enfermo, pero no es un melodrama… Podría ser un Thriller, ya que hay cierta psicopatía en los personajes, pero tampoco lo es. O una comedia, porque te ríes y hasta tiene chistes, pero no… O una película erótica por la intensidad que exhalan las escenas sexuales, pero tampoco. Es una película extraña. Compleja, aunque su puesta en escena pareciera ser simple. Una película que continúa creciendo y reproduciéndose aún después de que la dejaste de ver. Hay algo que descoloca. Algo que descoloca en el extrañamiento. El extrañamiento de ese ciclo natural de la vida. El verano, otoño, invierno y primavera que retrata. Esas pieles que envejecen, la barba que crece, los minutos que mueren. Los pasos que se dan. La búsqueda infructuosa. Ese extraño y sin sentido ciclo de la vida, que nos define como seres vivos, pero que no nos explica. Que nos pone en la misma categoría que el árbol, que la planta, que nos pone en la misma categoría que los monos que follan en pleno zoológico. Y ahí están los personajes, queriendo nacer, queriendo crecer, queriendo reproducirse, queriendo morir… y espantosamente te das cuenta que quieres lo mismo. Que quieres pasar por las mismas etapas de ese ciclo. Que todos los días buscas momentos para nacer, crecer, reproducirte y morir… y de hecho lo haces. Es Raro.

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Fotograma de «Vida sexual de las plantas», 2015

La película termina o muere. Los créditos suben. Las luces se encienden. Queda una sensación de que el ciclo vital se cumplió, que la dictadura del determinismo biológico nuevamente se cumplió. Se acaba la película y te miras con tu mujer, presintiendo que algo raro ocurrió en la sala. Que algo quedó en evidencia, pero no sabes bien qué y tampoco lo comentas y es que hay que seguir viviendo. Después de todo eres esa definición que te pasaron en el colegio cuando eras chico. Eres un ser vivo. Aunque te parezca imposible que lo seas.

José Fonseca, 2016

Trailer de «Vida sexual de las plantas»

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